Y ahora...Daisy
Amaba a Daisy. La amaba. Pero claro que lo hacía, todos la
amaban. Todos amaban a Daisy
Daisy Cleveland era una chica común, muy común. Y eso a ojos
de todos la hacía perfecta; única e irremplazable. De pequeña, Daisy jugaba con
sus muñecas, las vestía y cocinaba para ellas. Luego creció y vendió galletas
para las exploradoras. Las muñecas fueron sustituidas por posters y discos.
Como todas las chicas Daisy adoraba y se enamoraba del cantante pop del
momento, para luego abandonarlo e ir a jurarle amor eterno a la próxima
estrella juvenil. Daisy de maquillaba, se preocupaba de su aspecto y se pasaba
horas en el tocador. Daisy era, una chica común. Con su pelo rubio,
sorprendentemente liso y brillante, y tan corto que apenas si le llegaba a los
hombros, su pequeño y delgado cuerpo que no pasaba del metro cincuenta, pero
que con sus largas y blancas piernas le hacía parecer más alta; sus facciones bonitas y su nariz respingada, todo en ella
era digno de lo que se espera de una chica normal, una chica común
Pero en el vecindario la adoraban. La adoraban, porque todos
los sábados, enfundada en una playera a rayas azules y blancas, con unos
bermudas y sus desgastadas sandalias de tela, con su pelo cogido en dos
diminutas coletas, Daisy salía de su casa, y tocaba todos los timbres, para
darles a sus vecinos los buenos días.
Lo que nadie en el vecindario, ni siquiera sus padres,
sabía; era que por las noches, las sandalias le cedían el lugar a unos
impresionantes zapatos de tacón, los bermudas eran reemplazados por una
minúscula minifalda negra, y la playera daba lugar a un ceñido y escotado top.
Y entonces aparecía ella, la Daisy que iba con sombra de ojos y con un fuerte
lápiz labial, la Daisy que saltaba de fiesta en fiesta, bebiendo, bailando,
viviendo. Y por las mañanas, todo volvía
a la normalidad, y Daisy era otra chica, otra más del montón, una chica
común
Él la conoció en la primera fiesta de verdad a la que iba.
Se sentía desorientado, entre toda esa gente, sin saber muy bien qué hacer.
Entonces la vio, la vio ahí, hermosa y despampanante, apenas si pudo creer que
era ella. Entonces se le acercó, él le pregunto si quería bailar y ella le
pidió cincuenta dólares, él creyó que eran prestados claro, ¿acaso había otra
razón por la que querría cincuenta dólares?. Así que se los dio, le dio los
cincuenta dólares y fueron a bailar, y bailaron y bailaron, y se besaron, y
subieron al segundo piso, al lugar donde solo subían las parejas.
A la mañana siguiente, él despertó, sonriente, era sábado y
la vería de nuevo. Pero cuando ella apareció en la puerta de su casa, con la
misma playera, las mismas sandalias, las mismas bermudas, no hubo un solo gesto
de reconocimiento para él, ni una sola mirada, ni un solo beso, ni un solo
indicio de su noche juntos; solo un “buenos días”, común y corriente, como
ella.
Para cuando entendió lo ocurrido, ya era demasiado tarde, ya
estaba perdido, porque la amaba. Se había enamorado de ella. Amaba a Daisy,
toda ella. Amaba a la Daisy que jugaba con muñecas, amaba a la Daisy que vendía
galletas, amaba a la Daisy que idolatraba al ídolo pop que adoraba el resto.
Amaba a la Daisy que todas las mañanas, de todos los sábados iba a darle los
buenos días, a él, solo a él. Pero por sobre todo, amaba a la Daisy, que por
las noches, cual vampiresa, bebía y vivía, a la Daisy rebelde y desatada, a la
Daisy que desataba pasiones y rompía corazones. Esa era su Daisy, y por eso la
amaba.
Por eso, todas las noches, salía de su hogar, vestido para
una fiesta y con cincuenta dólares en el bolsillo, por eso todas las noches le
“prestaba” cincuenta dólares, cada noche Daisy era suya, cada noche podía
engañarse y creer que ella le amaba.
Hasta que llegó la noche, en que un individuo llevo más de
cincuenta dólares, llegó la noche en que la arrancaron de sus brazos, ante las
miradas atónitas y perplejas del resto.
A la mañana siguiente, un sábado, Daisy no salió a dar los
buenos días. Esa mañana, Daisy no llegó a su hogar.
La encontraron muerta en un callejón, con un cuchillo
enterrado en el pecho y una nota garabateada a prisa que decía “Un regalo de
Jack el Destripador”. Estaba vestida con la playera, debajo de la cual estaba
el top, aún llevaba la minifalda, sostenía los tacones en una mano y llevaba
las sandalias a medio calzar. Todos se lamentaron y se preguntaron a que se
debía aquella triste tragedia. Pero él fue el único que lloró.
Lloró porque la amaba, lloró, porque sabía que dentro de su
bolso, debajo de los pañuelos, el maquillaje y las botellas, había una prueba
de embarazo, que anunciaba como una sentencia fatal, el resultado Positivo.
¿Qué cómo lo sabía? Lo sabía porque la amaba, lo sabía
porque había llegado primero, lo sabía porque Daisy no era la única que podía
llevar una doble vida. Lo sabía, porque por supuesto, su nombre era Jack.
Y ese era el relato. Ojalá les haya gustado. No os olvidéis de dejar un comentario ;)
Saludos :D
OMG. ES PER-FEC-TO. En serio, Fabiana, me lo esperaba todo menos esto. ME HE QUEDADO FLIPANDO COLORES. ¿Él la mató por el embarazo? ¿En serio la quería tanto? O-o Me has dejado a cuadros. Espero que subas relatos más magníficos como este. ñ-ñ
ResponderEliminarMe has hecho llorar.
¡Un beso!!
CS
GRACIAS! Final inesperado muajaja.
EliminarTú me has dejado flipando con este primer comentario del blog (es que con el diluvio que hay por estos lugares me pongo sentimental)GRACIAS!!!
Intentaré subir otros pronto.
Besos :D
INCREIBLE. INCREIBLE. Doblemente INCREIBLE. Y vuelta a empezar. De verdad es increibleeee *---*
ResponderEliminarCreo que me he aficionado a la palabra INCREIBLE. Se nota verdad??
En serio, no me esperaba este final. Espero que haya más textos como esteee. :)
PD: He estado leyendo los capitulos de tu otro blog "en las alas del Sinsajo".... porfavor increible <3 Perfecto, sin palabras, hermoso y sobretodo INCREIBLE.
Espero que subas el capitulo 11 pronto, de mi parte otra fan más que leerá tus historias :P :)
Alé que me voy por las ramas. Espero, si tienes tiempo, que me respondas, me haria mucha ilusión!!
Un beso: Katy Galletass (Mejor KATY G.) ;9
GRACIAS! GRACIAS! GRACIAS! Increíble son quienes dejan comentarios así, en serio me sacan una sonrisa enorme y me alegran el día.
ResponderEliminarMuajaja, me gustan los finales inesperados. Ten por seguro que habrá más como este (trataré) ;)
PD: Gracias de nuevo!, espero verte por allí :), trataré de subir pronto el capítulo 11, pero es que estoy hasta los topes de pruebas y trabajos. De todos modos, va en camino.
Besos :D